Ginger Snaps es una película canadiense sobre la licantropía que da una vuelta de tuerca a las típicas producciones del género. Ginger Snaps nos narra la relación entre dos hermanas un poco raritas, fascinadas por la muerte, que tienen un pacto para morir a los 16 años. Tras el ataque de un hombre-lobo y la posterior conversión de una de ellas en licántropo, la película explora la relación filial, claramente de dependencia, y utiliza la metamorfosis en lobo de una de ellas como metáfora sobre la adolescencia y los cambios que experimenta nuestro cuerpo en esa etapa. No es casualidad que el inicio de esa transformación lo marque la menstruación, que no sólo supone abandonar la niñez, sino que esta sangre está asociada al despertar de la bestia, algo que ya hizo Stephen King en Carrie.

La película intenta ir un poco más allá describiendo y narrando la relación entre las dos hermanas. De la subordinación y la sumisión se pasa al enfrentamiento y la independencia. Es la hermana pequeña, la que tiene una relación de dependecia muy fuerte con su hermana mayor, la que tiene que borrar las huellas que va dejando ésta y encubrir sus crímenes, tomando la iniciativa y adoptando el rol activo que antes desempeñara su hermana. El enfrentamiento final es inevitable. 

Lo mejor, ya digo, no son los efectos especiales, que ya eran cutres en la época, sino la historia que narra. Alejada de la superficialidad de otras películas del género, sin renunciar a ésta, intenta ir un paso más allá. No es Underworld, no es Aullidos, es Ginger Snaps. Quizá sea Being Human, la serie de la BBC, otro referente parecido en el género (al menos en sus primeras temporadas), más preocupado por la construcción de los personajes y por narrar una historia más compleja.