Julio Cortázar es como los cronopios que describe: de corazón bondadoso y sensible, desordenado y tibio. Historias de cronopios y famas se publicó en 1962, un año antes de que empezara el Boom latinoamericano  con su novela Rayuela. El humor y la poesía van de la mano es este libro, que destila fina ironía en algunos de sus textos, en otros melancolía, pero que siempre tiene ganas de jugar, lo que para Cortázar era una manera de seguir viviendo. En la literatura hispanoamericana existen precedentes de este uso del lenguaje con carácter lúdico, como en Tres tristes tirgre de Guillermo Cabrera Infante o en el genial Altazor de Vicente Huidobro.
La década de los sesenta es un momento de renovación y vanguardia en la literatura, que se acerca a otras ciencias como las matemáticas. Surge la combinatoria y la línea que separa cada género se empieza a hacer difusa. Cortázar, amigo de la miscelánea, hace uso de se libertad creadora y nos obliga a mirar la realidad con otros ojos. Historias de cronopios y famas también es una invitación a vivir lo excepcional, a rebelarse contra la dictadura de la creación racional y contra el orden establecido. Para ello Cortázar busca, como decía Benedetti, "lectores cómplices", que completen y den significado a los textos, formando parte del proceso creador.

Poesía, prosa poética, relatos y microrrelatos componen las cuatro partes en las que se divide el libro. Aunque cada parte trate un tema diferente el humor ejerce de nexo de unión de todas ellas. Con este humor Cortázar reivindica el derecho a la risa, rompiendo con la literatura tradicional argentina y subvirtiendo su discurso conservador. La innovación y la rebelión están en el humor.

La poesía y el humor se dan de la mano en este libro, exigiendo de nosotros, lectores, una lectura activa que nos libertad para interpretar el texto. Si se asume lo fantástico, lo irracional, Historias de cronopios y de famas es más un texto simbólico que surrealista.